Estamos en época de pandemia, pero hay que aprovechar el tiempo para luchar contra la debacle económica. El discurso empresarial está a favor del crecimiento (si se puede y si se quiere). Hasta el discurso político se apunta a esta corriente cuando desde los altos foros se anima al empresario a invertir y apostar por los mercados internacionales. Pero, ¿las acciones acompañan los discursos? Claramente no. El crecimiento empresarial está penalizado. Tenemos una normativa que limita y dificulta los procesos de crecimiento. Partimos de la base de que el tamaño medio de las empresas en España es muy inferior a la de los países competidores. Como muestra un botón: en España sólo contamos con un 6,4% de midcaps (empresas entre 50 y 300 millones de facturación), mientras que en Alemania casi llegan al 18%. Desde Empresa Familiar de Castilla y León queremos ayudar a que las pymes se conviertan en midcaps y que las medianas se conviertan en multinacionales familiares. Ardua labor con el extenso maremágnum de normas que hay que cumplir, con sus diferencias entre las distintas comunidades autonómas (contraviniendo la ansiada unidad de mercado) y, lo que es más grave, su nefasto diseño para favorecer la actividad económica. En primer lugar, es un hecho cierto que a medida que las empresas adquieren un mayor volumen de facturación, las obligaciones normativas tienden al infinito, por lo que se hace ciertamente complicado poder -aunque se quiera- cumplir con cada una de las obligaciones formales que exigen los distintos gobiernos. En segundo lugar, a nivel laboral, cuanto más empleo crean las compañías, la legislación es más exigente y complicada (delegación sindical, más requerimientos administrativos, mayor exigencia de información, etc.). En tercer lugar, a nivel fiscal el crecimiento se encuentra penalizado al poner el acento recaudatorio en los beneficios en lugar de bonificar la competitividad y la creación de puestos de trabajo; el paso a convertir la empresa como unidad de grandes empresas del mismo modo tiene una consideración diferente en el criterio de inspección fiscal. En este último sentido, para muestra, la nueva normativa del tipo mínimo en los pagos fraccionados del Impuesto sobre Sociedades para compañías de más de 10 millones de facturación. En cuarto lugar, muchas de las ayudas sólo son accesibles para las pequeñas empresas. Especialmente, las ayudas europeas están limadas a los criterios pyme, con lo cual si la empresa genera más empleo o pasa su facturación de los límites, se le impide el acceso a estas opciones. Por todo ello, es posible que en la práctica las empresas se piensen si crecer les supone unos daños colaterales tan importantes que incluso diseñen una estrategia de defensa legal por encima de los argumentos naturales del mercado. O incluso en algunos casos toman decisiones contranatura para evitar estas penalidades a través de la creación de nuevas empresas que diluyan las obligaciones de una gran compañía. Por lo tanto, mi conclusión es que la legislación actual no sólo no facilita el crecimiento sino que lo limita y en muchas ocasiones incluso lo dificulta. Desde la asociación de Empresa Familiar de Castilla y León pensamos que las empresas familiares con trayectoria y liderazgo en su sector pueden generar empleo de calidad y con cierta rapidez, en caso de que encuentren un plan de estímulo al crecimiento. Por ello se hace necesario, ineludible, que el discurso político favorable a este posicionamiento vaya acompañado de una legislación alineada con el objetivo. No podemos competir si no crecemos; no podemos crecer si la ley dificulta la actividad económica y, en consecuencia, la creación de empleo. La pandemia de por si ya está acabando con muchas empresas. Debemos contrarrestar sus efectos diseñando una legislación adecuada al mantenimiento de la actividad, primero, y que potencie el crecimiento, a continuación.
De lo contrario, seguiremos siendo un país con excesivas empresas pequeñas, con dificultades para afrontar los retos tecnológicos, financieros, internacionales y de atracción de talento que nos exige un mercado cada vez más globalizado. Aprovechemos este fatal momento que nos toca vivir para transformar una legislación cerrada y arcaica en un entorno que favorezca la actividad económica y el empleo. Precisamente, ahora con los fondos europeos para la recuperación, podríamos tener una buena oportunidad para transformar estas midcaps y facilitar su crecimiento. Desde las asociaciones estaremos vigilantes en el destino de estos fondos.
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